Mi nombre es Bea, nací en Valencia. Estoy agradecida porque he podido vivir el carisma marista desde distintos ámbitos: como alumna del colegio H.H Maristas de Valencia, como profesora, como cooperante y como miembro de una comunidad mixta. Desde hace un tiempo trabajo en el colegio Maristas de Valencia como profesora. Estoy casada, con Carlos y tengo dos hijos, Ruth y Carlos.

Es difícil expresar con palabras sentimientos que nacen cuando piensas, ¿por qué Maristas? La cercanía, la escucha, la presencia, los pequeños detalles, es lo que se respira en las paredes del colegio y de las obras en las que he tenido la suerte de vivir. Un virus contagioso que hace que te sientas mejor en el día a día, te encuentres en familia, como en casa.

La vivencia que más me ha forjado mi modo de ser ha sido la experiencia de vida comunitaria con los hermanos, tanto en “El Campico” como en Comarapa. Una experiencia enriquecedora en su sencillez y en el anonimato. Una comunidad que comparte, una comunidad que ora, una comunidad que trabaja sin hacer ruido en las periferias tratando de mejorar la vida de los más desfavorecidos.

Vivir con los hermanos me ha aportado apertura a los demás, me ha hecho sentir a Jesús en mi vida, acompañándome en mi crecimiento personal, matrimonial y maternal.  La vida comunitaria ha creado en nosotros la necesidad de compartir el seguimiento de Jesús con otras personas.

Si hay algo que me enamora del carisma Marista es la sencillez del hacer. Ser marista es una cualidad que me define como persona. Lo marista impregna cada poro de mi piel, provoca ilusión y entusiasmo en el trabajo, dedicación y cariño al que más lo necesita, devoción y oración a Jesús y a María.

Cuando se es marista, se es donde Dios te va conduciendo, en nuestros caso lo somos en la comunidad donde actualmente celebramos y compartimos la Fe. A esta familia, que nos ha acogido con los brazos abiertos, hemos llevado nuestro sello marista, que se hace visible en llevar a Jesús y a María a los más pequeños, en colaboración con otros matrimonios con sus propios carismas. Nos sentimos llamados a evangelizar, a llevar la palabra de Dios, y a hacerla presente en nuestras vidas, y la vida de los que nos rodean.