Hola, ¿Qué tal?

Soy Leo (Leopoldo Muñoz Medina), tengo 46 años y soy de Granada. Pertenezco a la Fraternidad Servando Mayor. Medico Hospitalario y Marista desde mi más tierna infancia, aunque con conciencia clara desde la adolescencia/juventud.

Cuando echo la vista atrás y veo mi camino, sobre todo en los años claves de mi formación como persona, veo una clara influencia Marista en ella. En aquellos años en los que todo era una interrogante y en la que teníamos que definir nuestra vida y como íbamos a desenvolvernos en ella, la presencia Marista, el testimonio de algunos hermanos y lo que aprendí a su lado, fueron determinantes.

Me transmitieron la necesidad de observar la realidad con ojos interrogantes, criticar lo que acontecía a mi alrededor y tomar posición, pero también a respetar las posiciones y las decisiones de los demás, desde la libertad de cada uno. Tolerancia y respeto. Y que lo primero y principal es el Amor. Que si hay que dar testimonio de algo es de Amor y que ese Amor será un reflejo del Amor de Dios.

Para ello necesitamos vivir en comunidad, en grupo, ese espíritu de familia tan marista. Así con el tiempo fuimos formando una fraternidad que encarna esa otra familia en la que compartimos nuestra inquietud, celebramos nuestra vida y damos gracias a Dios y desde donde somos lanzados a dar testimonio.

Es difícil hablar de lo Marista sin hablar de eso, de familia, y sin hacer referencia a María, modelo femenino de Amor y entrega, de disponibilidad y acogida, de certeza y de fortaleza. María es en el día a día esa Madre que siempre está, que todo lo entiende y que todo lo acoge. Apoyo necesario de nuestra vida.

No soy maestro y ello hace que mi vocación Marista tenga alguna que otra connotación. Marcelino vino a animarnos a trabajar por los niños y jóvenes que necesitan ayuda. Si bien en mi trabajo no es tan sencillo, creo que ser Marista me anima a estar cerca de los jóvenes y querer ser testimonio de otra forma de hacer las cosas. Intentar ser diferente en un mundo cada vez más secularizado y en el que cada vez se entiende menos el sentido de trascendencia Cristiano. Por ahora creo que con vivir y trabajar el Amor, el Amor gratuito y desinteresado, trabajar la disponibilidad y la sonrisa, me ayudará a dar algo de lo que lo Marista me ha regalado. En el trabajo puede ser difícil hablar de Dios, pero es necesario cuando es preciso. Y mientras que no se hable, amar.

A eso es a lo que me siento llamado, a que por mi actitud ante las cosas, sobre todo ante el día a día, alguien, alguna vez, se pregunte por que puedo parecer diferente y la curiosidad le lleve a lo que mueve mis hilos.

Esta claro que no se pude vivir todo esto si no es apoyado con una comunidad, en mi caso fraternidad, en la que rezamos, celebramos, compartimos, reflexionamos sobre nuestras actitudes ante la vida y nos queremos como familia que somos. Estamos llenos de imperfecciones y nuestra historia no es un camino suave sin curvas ni baches. Los momentos personales varían, y como todos, a veces en el cielo y a veces en el suelo. Pero la oración y la compañía de Jesús, interpelándome hacen que las dificultades pasen antes y se clarifiquen. La oración es por tanto un pilar esencial.

En fin, echando atrás la vista me doy cuenta que lo Marista esta entretejido en las fibras de mi ser y que el ser familia, el Amor como motor del día a día, y el ejemplo de Maria, sólida y firme como asidero donde agarrarse en los momentos de dificultad, son parte de mi, con los fallos y dificultades que todos conocemos, pero en el camino.

Hace poco leía que el Amor de verdad no es sólo un sentimiento, es una actitud, algo concreto cada día, una historia. Esa historia de Amor que escribir y que en la firma lleva el color violeta de lo Marista

 

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