La profesora Gemma Guillén Sanz, ponente en las Jornadas del Educador Marista (JEM), profundiza en la temática que presentará a nuestros docentes

“Aprender, eso que ocurre en las aulas cada día, requiere de la implicación activa del que aprende y se produce envuelto en un cóctel de emociones. Aprender requiere reflexión, acción y evaluación durante el proceso para realmente ser efectivo”.

             Sobre esa base se estructura la ponencia que Gemma Guillén Sanz va a desarrollar en las Jornadas del Educador Marista (JEM) que se celebran en noviembre en dos de nuestras sedes de Maristas Mediterránea en España (Sanlúcar de Barrameda, 4 de noviembre, y Alicante, 18 de noviembre).

             Guillén se dirigirá mañana a más de un centenar de educadores y educadoras maristas, poniendo en valor su labor porque, según expone en un artículo, el equipo docente que trabaja en las aulas tiene una gran responsabilidad en los caminos que diseña para hacer posible el aprendizaje, facilitando el recorrido, haciéndolo adecuado a las necesidades de cada aprendiz, creando oportunidades para que pueda aprender significativamente.

La construcción del aprendizaje

Tal y como expone la ponente, el aprendizaje modifica nuestro cerebro e implica un cambio perdurable en la conducta o en la capacidad de comportarse de cierta manera, el cual es resultado de la práctica o de otras formas de experiencia. Desde el punto de vista de la neurociencia, el aprendizaje supone una variación en las conexiones neurales del cerebro que producen cambios más o menos permanentes en el pensamiento y en el comportamiento.

             “Algunos de estos cambios están programados genéticamente y se relacionan con el desarrollo y maduración del individuo, pero el aprendizaje al que aquí haremos referencia tiene que ver con la creación de redes neuronales fruto de las experiencias que vive el individuo en su interacción cotidiana con el entorno, y como respuesta a las demandas del mismo”, añade Gemma Guillén.

             Al mismo tiempo, la experta advierte que no todo el aprendizaje es significativo; porque esta cualidad solo se alcanza cuando el aprendiz es capaz de transferir y aplicar conocimientos y habilidades que aprendió en un determinado contexto a otros distintos, con nuevos contenidos y en situaciones diferentes a aquellas en las que tuvo lugar el aprendizaje inicial.

             En este sentido, el aprendizaje significativo requiere del procesamiento e integración de la información con las ideas y conceptos previos de los que dispone el sujeto almacenadas en sus memorias de largo plazo. “Este proceso es el que permite dotar de sentido a esa información y comprenderla para crear nuevo conocimiento. Será imprescindible, por tanto, su participación e implicación activa y, sobre todo, una reflexión sobre la propia experiencia que está teniendo lugar”, concluye Guillén Sanz.

             Otro aspecto importante es tener presente que el aprendizaje requiere también de una disposición emocional favorable al mismo, es decir, que solo aprende la persona que quiere hacerlo. Y es que el estado emocional de quien aprende determina su capacidad de recibir o no información, de procesarla para comprenderla y almacenarla.

Diseñando unidades neurodidácticas

La neurodidáctica es clave dentro de la exposición que tendrá lugar en nuestra JEM. A este respecto, si resulta importante conocer qué hace y necesita el cerebro para aprender, no lo es menos cómo diseñar y secuenciar el proceso de enseñanza-aprendizaje, pues la conjunción de ambos aspectos permitirá que el trabajo en el aula pueda alcanzar la máxima efectividad y dar el fruto deseado. Se busca de este modo conseguir que el alumnado logre un aprendizaje significativo y aprenda a autorregularse en este proceso para el futuro.

             Según detalla Gemma Guillén Sanz en el artículo de la revista de la Universidad de Comillas, la propuesta que plantea es diseñar siguiendo el modelo que han llamado “el rosco del aprendizaje”, desarrollando sobre la base de cuatro bloques o etapas: activación, construcción, consolidación y recuperación.

             “Este rosco atiende a cómo incorporar emociones, reflexión, motivación, atención y memoria, a los procesos didácticos y curriculares: la concreción de resultados esperados de aprendizaje, la secuencia didáctica, el proceso de evaluación, y la elección de estrategias metodológicas, elementos principales e imprescindibles de un proceso de enseñanza-aprendizaje formal o informal”, concluye la experta.