H. Fernando Hinojal

16/09/1942. Padilla de Abajo
08 enero, 2021. Córdoba

1942-54: nace en Padilla de Abajo (Burgos) y permanece con su familia.

1954: ingresa en el juniorado de Arceniega (Álava).

1960: comienza el noviciado en Maimón (Córdoba).

1961-63: Escolasticado en Castilleja de la Cuesta (Sevilla).

1963: Bachillerato en Sevilla y primera experiencia colegial en Villanueva del Río y Minas. 1970: Magisterio en Sevilla.

1977: Licenciatura en Historia (Granada)

1988-1994: Cursos Champagnat en “Jesus Magister” (Roma).

1992: Cursos de Vida Religiosa en Roma.

1971-2021: Otros destinos: Ogíjares (Granada), Granada, Castilleja de la Cuesta, Sevilla (noviciado), Sevilla – La Oliva, Sanlúcar la Mayor (Sevilla) y Córdoba.

08/01/2021: El Señor lo llamó en Córdoba, a la edad de 78 años y 59 años de vida religiosa marista.

EL HERMANO

Fernando era una persona sencilla, cercana, humilde, inconformista… Y era también inquieto y, como tal, tuvo curiosidad por los libros relacionados con el autoconocimiento. Pero esta inquietud se mostró, sobre todo, en lo referente al patrimonio marista: las cartas de Champagnat y otros documentos de su época, así como la historia de la congregación en sus orígenes llegaron a apasionarle. Supo armonizar esta mirada retrospectiva al pasado del Instituto con los nuevos retos a los que debía hacer frente la vida marista.

Conoció los ambientes de barrios periféricos de Sevilla, mostrándose sensible a las situaciones lacerantes de pobreza de muchas familias afectadas por el paro y la droga. En el diario personal que nos dejó recogió esta preocupación e inquietud.
Al mismo tiempo, Fernando fue un hombre entregado y generoso. Cuarto miembro de una familia de once hermanos, ya desde niño se preocupó por los siete que venían detrás de él. Con su carácter afable y bondadoso, a todos supo cuidar con especial cariño. Por razones obvias, su relación fue especial con Benito, pues los dos optaron por la vida marista, coincidieron en los mismos estudios universitarios y convivieron durante algunos años en comunidad. En Ogíjares, Castilleja, la Oliva y el noviciado internacional, lugares donde él fue formador, se aprestaba a lo que fuera preciso: limpiar la casa, cocinar, planchar y otros quehaceres domésticos.
De su diario se desprende que era, asimismo, de una gran espiritualidad y de oración profunda. Esto le llevaba a fiarse plenamente de Dios y de María, a pesar de no ver clara muchas veces la misión que se le proponía. De ahí su disponibilidad y apertura. Las primeras horas de la mañana las dedicaba a la oración personal y al estudio o lectura de temas de vida marista y de vida religiosa. En definitiva, vivió consciente de su vocación como hermano.
Además, siempre sintió que la congregación marista era el lugar donde Dios le quería. Esto lo fue descubriendo poco a poco. Y llegó a amar el Instituto. De ahí que se le invitara a dedicarse al estudio de la vida del Fundador a través de sus cartas. Ello le obligó a residir en Roma, en el otoño-invierno, o en el Hermitage, en primavera-verano. Se dedicó de lleno a este cometido y disfrutó en ello.
El hecho de formar parte del equipo de fraternidades de la Provincia Mediterránea fue para él un reto y todos los que coincidieron con él en este equipo valoraron de forma muy positiva su labor de animación, ayuda y apuesta por las fraternidades.

... HACIENDO MEMORIA

«Doy gracias a Fernando por acercarme a Dios con su testimonio sabio, alegre y cercano. Gracias por abrirme la puerta de su casa en sus distintas comunidades de Sevilla. Gracias por dar vida, por demostrarme lo pequeño que soy y lo bendecido que me siento. Conocerle y aprender de él fue uno de los mejores regalos de mi vida marista. Pasear por La Valla con él y escucharle hablar sobre Marcelino ha animado mi vocación como educador y laico marista. Sólo tengo palabras de agradecimiento a Dios por su legado y su huella» (Jesús Ramos).
«El hermano Fernando estimulo mi interés por la vida de Marcelino y su historia. Cada vez que hablada con él se avivaba en mí el interés por lo marista y por vivir según los valores que él me iba mostrando para seguir una vida cristiana más comprometida. Él sigue presente en muchos maristas y nos anima a seguir el sueño de Champagnat» (Alex Romero).
«Se mezclan en mí sentimientos contradictorios: por una parte, por la pérdida de nuestro hermano Fernando y, por otra, de alegría por su vida. He disfrutado de su riqueza, de su sencillez escondida, de haber gozado de su amistad y convivido con él largos y fructíferos años en la red de espiritualidad y en el noviciado de Sevilla. Amó lo marista, sus raíces y su espiritualidad. Sintió predilección por los más pobres y fue un enamorado del laicado marista» (Ernesto Tendero).

«Conocí a Fernando siendo yo un niño. Por aquel entonces era el responsable del seminario marista de Castilleja. Siempre le agradeceré que tuviera la valentía, junto a los otros hermanos formadores, de hacer del seminario una familia. Realmente nos hizo sentir como en casa. Supo implicarnos, motivarnos y trasmitirnos por contagio el Evangelio de Jesús de una forma fresca y adaptada a nuestra edad. Además, nos acompañaba, y ¡de qué manera!, en nuestros estudios y vivencias adolescentes. Le agradezco las muchas horas de escucha. Su gran sensibilidad y respeto fueron para mí una gran ayuda y un referente que ha permanecido desde entonces» (Alfredo García).
«Era un hombre entrañable, encarnado y comprometido, capaz de generar encuentro y alegría. Además, en diversos momentos de la vida marista, tuve ocasión de convivir directamente cuando el noviciado estuvo en el barrio de la Oliva (Sevilla), en la época en que yo era el párroco. Cómo se implicó en el proyecto que teníamos en la parroquia, y cómo ayudó a revitalizarlo. No olvidaré el mes del Hermitage con los padres de los hermanos, recorriendo los lugares de Marcelino» (Fernando Díaz).
«Fernando, desde niño, demostró estar dispuesto a lo que le pidieran. Los hermanos mayores desaparecieron pronto de casa por motivos de trabajo, y él se quedó desde los 10 años como el mayor de nueve hermanos. Mis padres contaban con él y él siempre respondió positivamente a sus requerimientos. Cuando él y yo íbamos de vacaciones al pueblo, dada la escasez que había, echábamos una mano en las labores, ya fuera en casa o en el campo. En este cometido, Fernando siempre era el primero» (Benito Hinojal).

TODO A JESÚS POR MARÍA, TODO A MARÍA PARA JESÚS

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