Este nuevo tiempo litúrgico nos invita a detenernos, agradecer lo cotidiano y preparar el corazón para acoger a Jesús, reconociendo la vida como el mayor don recibido y compartido
Iniciamos el Adviento de 2025 con el deseo profundo de preparar el corazón para recibir a Jesús y reencontrarnos con lo esencial. Cada año, este tiempo litúrgico se convierte para nosotros en una oportunidad para detener el ritmo, abrir la mirada y recordar aquello que sostiene nuestra vocación educativa y evangelizadora: la vida como regalo.

A menudo, la palabra regalos parece eclipsar el sentido auténtico de estas semanas. Sin embargo, este curso queremos detenernos en ella y redescubrir su significado más hondo. Todos sabemos que no todos los regalos son iguales, ni llegan de la misma manera, ni nacen en los mismos contextos. Por eso, nos proponemos vivir la espera acogiendo y ofreciendo el mejor regalo posible: Jesús.
De ahí nace el lema que nos acompaña: “Una Vida Regalada”. La vida -el don más preciado- es el regalo que Dios nos confía cada día. La que recibimos, la que entregamos, la que compartimos. El Adviento nos invita a mirarla con ojos nuevos para reconocer en lo cotidiano un tesoro que, a fuerza de repetirse, corremos el riesgo de dar por supuesto. Si la vida es regalo, queremos vivirla como tal. Regalar vida es nuestra llamada.
En un mundo vertiginoso, donde apenas dejamos espacio para la pausa, este tiempo nos recuerda que cada gesto, cada persona y cada oportunidad son un don. La vida no es una rutina automática ni un derecho adquirido: es un regalazo que merece ser vivido con plenitud y gratitud. Por eso, el Adviento se convierte en un espacio privilegiado para cuestionarnos cómo vivimos y si reconocemos la vida como un don que pide ser amado y puesto al servicio.
Los pequeños detalles -un abrazo, una palabra de ánimo, la risa de un niño, el silencio que nos conecta con Dios- también son regalos. Lo cotidiano no debe volverse invisible: ahí se revela un Dios que se acerca con ternura. Y en este camino, estamos invitados no solo a descubrir regalos, sino a ser regalo para los demás.
Este espíritu se hará vida en todas nuestras obras maristas. A través de tutorías iniciales, oraciones, recursos de ERE, momentos de reflexión y una celebración final cercana a la Navidad, iremos profundizando juntos en la experiencia de una vida regalada que culmina en el encuentro con Jesús, el gran Regalo que llega.
Que este Adviento nos permita redescubrir lo esencial, mirar con gratitud y aprender a ofrecer nuestra propia vida como luz para el mundo. Porque cuando regalamos vida, Dios se hace presente entre nosotros.
