
H. Pietro Bettin
“equilibrio y buen sentido"
4 septiembre, 1950. Padova
17 agosto, 2022. Carmagnola
1960-61: nace y crece en el seno de la familia.
1961: ingresa en el seminario de Mondovi.
1967: continúa el noviciado en Bairo Canavese, concluido con la profesión el día de la Asunción de 1968.
1970-75: es maestro en San Leone.
1975: profesión perpetua celebrada en Velletri.
1975-81: prosigue sus estudios de inglés y su misión de educador en Manzania.
1982-90: director y profesor en Mondoví.
1990 - 1998: superior, director y profesor de inglés en Génova.
1999 – 2002: miembro de la comunidad de SLM con diversas funciones.
2002 -2009: superior y director de secundaria en Giugliano.
2009-2015: superior de la Casa Generalicia en Roma.
2016-2017: formación “LaValla 200” en Camaldoli.
2017-2020: enviado a la comunidad de Atlantis (Sudáfrica).
2020-2021: regresa a la comunidad de Génova. 2021-2022: en Carmagnola.
17 agosto 2022: el Señor lo llamó a la edad de 72 años, de los cuales 54 de vida religiosa marista.
EL HERMANO
Como religioso marista supo vivir con el equilibrio y el sentido común propios de los sabios. Nunca actuaba con prisas o con precipitación, a veces parecía poco decidido, pero más que las decisiones normales tenía en el corazón el bien común y la serenidad de los hermanos. A lo largo de sus muchos años como superior supo expresar este equilibrio de familia que permitía a todos vivir juntos sin centrarse en los conflictos o las dificultades, sino en los elementos comunes que podían unir y hacer más fraterna la convivencia. En Génova, donde fue llamado como superior, supo modernizar el estilo comunitario, basado todavía en tradiciones y modos de hacer más bien barrocos, de manera serena y tranquila, dialogando con todos, buscando soluciones para facilitar las opciones y decisiones comunitarias, compartiendo con los más jóvenes las opciones sencillas de los momentos cotidianos, y dando también a los hermanos mayores la debida atención y gratificación, compartiendo las tradiciones familiares, los momentos de fiesta y de oración, mezclando con sabiduría lo nuevo con lo viejo. Esta sabiduría suya era apreciada por el clima de serenidad que producía en la comunidad. Sabía poner a disposición de sus hermanos sus múltiples talentos, desde los cortes de pelo que realizaba con pericia a todo aquel que se lo pedía (procedía de una familia de barberos), a la hora de la fiesta cuando cogía su acordeón y amenizaba los coros, que iban desde canciones de la Gran Guerra, a las de la montaña, a los estribillos romanos, hasta los grandes éxitos más modernos.
Curioso y atento al debate religioso de su tiempo, conservaba con cuidado las numerosas conferencias del P. Carlo Molari, capellán del Instituto de Roma, con quien había convivido durante los años en que enseñó en San Leone Magno, y exploraba con pasión su profundidad y actualidad, viviendo la fe como un itinerario sin fin. Esta intensa dimensión de su vida brilló no sólo en la comunidad, sino que se extendió a su querida familia. He aquí el recuerdo de su sobrina: "Estaba siempre sonriente, siempre positivo, siempre atento a todos; le importaban especialmente los niños y siempre pedía noticias suyas. Dada su misión de maestro, siempre estaba atento a la educación de sus sobrinos, siempre tenía esa mirada vigilante y nunca crítica, siempre constructiva y nunca acusadora... Nunca le vi impaciente ni nervioso, nunca crítico, sólo sabía transmitirnos esperanza... Un hombre profundo, sabio, al que todos nos confiábamos en los momentos de crisis, en las dificultades familiares, en las enfermedades, en los problemas laborales, seguros de que nos daría el consejo adecuado, nos iluminaría en nuestras elecciones con su sabiduría y su fe".
... HACIENDO MEMORIA
+ MÚSICA MAESTRO:
Incluso en su dimensión misionera, participando en la comunidad "Lavalla200" de Atlantis, supo poner sus múltiples habilidades al servicio de la misión: nos lo recuerdan sus compañeros de comunidad, que apreciaban su sencillez a la hora de implicarse, a pesar de sus años y de la enfermedad que empezaba a frenarle cada vez más. Pietro personificaba el arquetipo del sabio. “Mira el océano: puede estar agitado en la superficie... Pero en sus profundidades, las aguas están tranquilas". Tenía una palabra para todo, incluso cuando callaba. Y un fino humor particular, por cierto. "Oh, hay una reunión comunitaria", decía cuando veíamos las vacas de Darling todos los días en el camino a Atlantis. Por cierto, hablando de Sudáfrica, Pietro era el vínculo que lograba conectar a toda la comunidad: oraciones, comidas italianas bien preparadas y compartidas, dominio del idioma (como buen profesor de inglés) y una capacidad envidiable para gestionar las reuniones comunitarias.
Pietro fue un mensajero de paz. Una vida verdaderamente marista. Tanto es así que cuando me preguntan por las tres violetas maristas -con sus valores de sencillez, humildad y modestia- digo: "Conocí a una de verdad en Atlantis, tiene orígenes italianos y se llama Pietro Bettin". Y una violeta con una gran habilidad musical, hasta el punto de ser capaz de coordinar un coro de niños sudafricanos mientras toca su acordeón: “La cucaracha, la cucaracha… It’s a cockroach!”
+ LOS AÑOS EN LA CASA GENERALICIA:
El H. Pietro ha sido animador de la comunidad de la Casa Generalicia durante seis intensos años, continuando una cierta tradición italiana particularmente apreciada (siguiendo la estela de su predecesor, el Hno. Onorino, y luego haciendo el cambio con el Hno. Antonio Sancamillo). La comunidad de la casa Generalicia es en muchos aspectos una comunidad especial, internacional, multicultural, con muchas actividades y compromisos, un calendario a menudo salpicado de ausencias más que de presencias, enriquecido, sin embargo, por la presencia de personas especiales como el Superior General y su consejo, con funciones exigentes y estratégicas de amplio alcance, pero precisamente en este contexto su presencia se reveló preciosa, con gran equilibrio y capacidad de confrontación, sabiendo dialogar con apertura y competencia con todos, ingleses, franceses, españoles, sacando partido de su versátil capacidad lingüística y sabiendo aprovechar los matices de las diferentes riquezas culturales. Sabía compartir con espíritu de familia un puro, cubano o toscano, una pinta de cerveza, un plato sudamericano o un manjar mediterráneo, tantos pequeños gestos de acogida que impresionaron a los hermanos, que le recuerdan así: "Compartí con él varios años de comunidad en Roma, en la Casa Generalicia. Aprecié su profunda humanidad y su preciosa manera de ser Hermano Marista. Aprendí mucho de él como animador comunitario y como confidente. Celebro su vida y agradezco a María todo lo que hizo a través del Hermano Pietro. Y llevo conmigo una de las expresiones más bellas que he oído de él: ¡Gracias Pietro, eres la perfecta madre italiana!