
H. José Antonio Vera López
24 enero, 1932
Molina de Segura (Murcia)
11 enero, 2023
Cartagena (Murcia)
1932-43:: nace y crece en el seno de la familia.
1943: En agosto ingresa en la casa de formación de Arceniega.
1947: noviciado en Villafranca de Navarra.
1948: emisión de los primeros votos en Villafranca. Comienza Escolasticado en Castilleja (Sevilla).
1949: profesor en Arceniega (Álava). Agosto
1953: profesión perpetua en Huelva. Magisterio en Granada.
1961 Licenciatura en Filologia Clásica en Madrid.
1973: segundo noviciado en Roma.
1953 -2023: otros destinos: Jaén, Lucena (Córdoba), Bonanza (Cádiz), Sevilla, Maimón (Córdoba), Badajoz, Roma, Córdoba, Cartagena (Murcia).
Aparte de profesor, desempeño también las funciones de submaestro de novicios, director de postulantes, director de colegio y superior de comunidad.
11 enero 2023: el Señor lo llamó en Cartagena (Murcia) a la edad de 91 años, de los cuales 74 de vida religiosa marista.
El HERMANO
Si hubiera que trazar, a modo de trayectoria, la personalidad del hermano José Antonio, habría que partir de su acentuada sensibilidad, pasando por su atinado y delicado modo de dirigirse a las personas, siguiendo por la profundidad de sus pensamientos y honda espiritualidad… hasta llegar al hermano afable, comunitario, detallista y servicial. Precisamente su sensibilidad y delicadeza le hicieron sufrir un poco durante la pandemia del covid; en algunos momentos llegó a manifestar que temía que los superiores lo expulsaran de la congregación.
Oculta en su amplia cultura humanística se escondía un hombre de gran sencillez. Dada su formación intelectual, sus opiniones, por lo general, eran bien consideradas y valoradas. Atento a las pequeñas cosas, simplificaba la vida yendo de modo certero a lo esencial, pues no en vano era un buen filósofo y una persona inteligente y con mucho sentido común.
Un maestro de novicios acudía con frecuencia a él para pedirle citas, referencias, comentarios y traducciones de textos sobre temas de formación. José Antonio lo dejaba todo y se disponía de inmediato a satisfacer al hermano que se lo había solicitado.
Su profunda vida interior contribuyó a dar más calidad a su consagración, pues supo cultivar la oración personal, la meditación diaria y la eucaristía. Estos tres pilares sostuvieron su inmensa fe. Por otro lado, fue capaz de armonizar esta vida interior con su capacidad de escucha y atención a cada persona con la que mantuviera contacto.
Debido a su sencillez, la fraternidad la vivía sin grandes alardes y desde la discreción y el respeto. Tal vez por eso fue un religioso amante y agradecido de su vocación. Su gran aprecio por la familia marista lo manifestaba cuando hablaba de sus formadores y de aquellos hermanos que dejaron huella en su vida. Nunca se le oyó hablar mal de nadie. Esta fraternidad la hizo extensiva a su familia bilógica: tenía cinco hermanos, dos de ellos religiosos.
Su muerte resultó, quizás, inesperada, pues vivió durante los últimos años muy preocupado por su salud, aunque evitó en todo momento provocar inquietud en la comunidad. De ahí que asumiera y cumpliera metódicamente una serie de precauciones en las comidas, practicando, además, el ejercicio físico, cuidando el descanso y sus hábitos de higiene y medicación.
Podría decirse que fue un hombre bueno, coherente en su vida y fiel en sus obligaciones comunitarias, religiosas y profesionales. Al mismo tiempo era prudente, reservado y, tal vez, algo tímido.
... HACIENDO MEMORIA
Cuando José Antonio necesitaba algo, lo pedía con tanta delicadeza y corrección que, lo que podría parecer afectación, era su forma natural de ser. Durante su estancia en Maimón quiso adquirir un libro que precisaba para su formación y estudio y lo pidió al superior local. Se trataba de un diccionario de lenguas semíticas que incluía giros gramaticales y que, dado el tema, solo le podría interesar a él entre los demás hermanos de la comunidad.
Durante su estancia en Córdoba solía ir a misa los sábados y domingos junto a otro hermano al santuario de la Fuensanta. Tanto a la ida como al regreso, ambos mantenían interesantes y amenas conversaciones. Luego, desayunaban en la comunidad con calma, viviendo así la fraternidad sin prisas, degustando la tostada de aceite y el regalo de ser hermanito de María.
Al hablar, sabía elegir el léxico apropiado y medir el alcance de sus palabras para evitar posibles susceptibilidades, de tal manera que hacía que uno se sintiese a gusto a su lado.
Cuidaba los pequeños detalles, recogía los platos y enseres usados en las comidas y los dejaba ordenados para facilitar así el trabajo a la señora de la cocina.
Su talante en las reuniones comunitarias era propio de un hombre que sabía escuchar y hablar en el momento oportuno. Cuando intervenía, lo hacía con especial agudeza, puesto que dominaba el arte del buen decir.
Desde su jubilación, había tomado la costumbre de asistir a los retiros de Benalmádena. Los hermanos que preparaban estos ejercicios espirituales acogían con especial alegría la solicitud y asistencia del hermano José Antonio. Su actitud durante esos días era ejemplar, tanto por la intensidad con que los vivía como por la discreción que mostraba.
Durante cierto tiempo hubo un grupo de hermanos que programaban una especie de cursillo para los jóvenes con los que trabajaban vocacionalmente. Como profesor de Filosofía, a veces esos hermanos acudían a José Antonio a pedir su colaboración; éste, de inmediato, se ofrecía a ayudar, independientemente de que le pillase lejos o cerca.
Puesto que gozó de amplia cultura, de profunda vivencia religiosa y de amor a la congregación, nada tiene de extraño que en 1983 formase parte de la comisión internacional encargada de redactar las Constituciones maristas que serían aprobadas en 1985 en el XVIII Capítulo General.
No obstante su aparente seriedad, era un hombre alegre. Resultaba curioso escuchar de sus labios, entre risas abiertas, expresiones como ‘pecador’, ‘fistro’, ‘¿te das cuen?’… de un conocido cómico andaluz.
Durante la pandemia del coronavirus, el superior de su comunidad le leía capítulos de «Martes con mi viejo profesor», del norteamericano Mitch Albom. Ambos disfrutaban con las historias de esta novela.
A principios del año 2023 el hermano José Antonio fue ingresado en el «Hospital General Universitario Santa Lucía», de Cartagena. El 11 de enero, el hermano superior acudió a acompañarle por la noche. En torno a las 12, éste le tomó su mano derecha y la puso entre las suyas y… en ese momento la vida de José Antonio Vera se apagó como un pajarillo. Plácidamente y en silencio, con la discreción con que vivió, abandonó este mundo. La noche anterior le había dicho a un sobrino que no tenía miedo, que estaba preparado para encontrarse con el Señor. Días antes había recibido la Unción de Enfermos en presencia de la familia. Cada día recibía la comunión.
La Filosofía, la Filología,… hicieron del hermano José Antonio Vera un hombre de amplia cultura, y, aderezada con la humildad y sencillez que le caracterizaron, esta cultura le convirtió en hombre sabio.