H. Giacomo Deromedi

19 de diciembre de 1928.
Nació en Meche di Cles (Trento)
† 08 de junio de 2021. Carmagnola

1928-38: Nació en Cles (TN) y creció con su familia.

1945: entra al noviciado en San Mauro Torinese.

1946: Primera profesión

1952: profesión prepetua celebrada en Bairo Torre (TO).

1964: segundo noviciado en St Paul-Troix Châteaux.
Durante su larga vida religiosa fue miembro de numerosas comunidades maristas, en Italia y en el extranjero:

1949 - 1951: Gassino Torinese

Grugliasco (1951 - 1952),

en las misiones de Nouméa, en Nueva Caledonia (1952 - 1963),

en el juniorado de Manziana (1964 - 1975),

en el instituto de Giugliano en Campania vivió el período más largo de su actividad como profesor de inglés (1975-2013),

finalmente en la casa para hermanos ancianos de Carmagnola (2013-2021).

08 junio 2021: El Señor lo llama a los 92 años de edad, y 74 de vida consagrada marista.

El HERMANO

El día de su muerte, un periódico escribió sobre él: “Lágrimas en Giugliano por el fallecimiento del Hermano Giacomo, rostro histórico de los Hermanos Maristas”. La noticia de su muerte se difundió a través de la página Facebook del Instituto en estos términos: “Enseñaste inglés a muchas generaciones, pero sobre todo fuiste testimonio de fidelidad a Jesús, de humildad, de amor a los jóvenes que se cruzaron en tu camino (cuyos nombres conservabas en tu cuaderno secreto y en tu corazón)”.
Ante todo, fue un hombre de oración. Siempre puntual a los ejercicios comunitarios de Laudes, Vísperas, Eucaristía diaria, y los domingos, siempre que podía, asistía también a la misa parroquial. Se le veía a menudo paseando por la avenida con el rosario en la mano, esa plegaria tan apreciada en nuestro Instituto y en nuestra Iglesia. Un hermano decía de él que era un hombre de oración, un «rosarista» convencido y constante. Para seguir mejor la Liturgia de las Horas, se había procurado los cuatro volúmenes, uno para cada periodo del año litúrgico.
El segundo aspecto es consecuencia de lo que nos recuerda San Benito: ora et labora. Para él, su tarea principal fue siempre la enseñanza, pero también le gustaba dedicarse al trabajo manual, todo ello organizado según su estilo personal. Durante estos últimos años, se le veía a menudo arrodillado arrancando malas hierbas de la acera. Le encantaba el silencio. En sus tareas prefería ser autónomo e independiente. Aparentemente, mostraba un carácter tímido, poco hablador, a veces ausente, a menudo absorto en la intimidad de su espíritu, fruto de esa discreción interior que había cultivado a lo largo del tiempo.
Sin embargo, en Manziana, cuando también era ayudante de los chicos, no faltaban momentos jocosos, como cuando, durante el recreo, soltaba a Wolf, un cachorro juguetón e intensamente negro, que sólo buscaba alguien con quién jugar, pero que a uno de los chicos, el valiente Rufino, le aterrorizaba y, en cuanto se daba cuenta, corría hacia el campo, para agarrarse al larguero y esperar que los saltos del perrito no le alcanzaran. Todo ello entre las risas de los chicos y del H. Giacomo.

Al haber permanecido durante más de 30 años en la misma escuela de Giugliano, conocía a generaciones enteras de alumnos de las mismas familias (los padres competían para que sus hijos tuvieran al H. Giacomo como profesor de inglés), y esto contribuyó a crear simpáticas anécdotas y «florecillas», como cuando durante una clase gritó a un alumno bastante travieso y excesivamente ruidoso su típica frase: «coge la puerta y vete». El chico, que era el más grande y corpulento de la clase, no esperó a que se lo repitiera dos veces; se dirigió a la salida, levantó enérgicamente la puerta, desencajándola de sus goznes, y luego recorrió tranquilamente el pasillo con la puerta a cuestas, ante las risas de sus compañeros y la decepción del H. Giacomo…
O cuando esperaba el comienzo de la oración comunitaria. Giacomo era un apasionado de los instrumentos de precisión y a menudo se le veía trasteando con tornillos, muelles, pequeños diales, empeñado en reparar (o al menos intentarlo) diversos dispositivos de la casa. Pero no pocas veces, totalmente absorto en sus reparaciones, en cuanto oía la señal de inicio de la oración, para no faltar a este compromiso comunitario, era capaz, con un gesto muy rápido, de agarrar el pañuelo sobre el que estaba reparando, cogerlo por los cuatro extremos y metérselo en el bolsillo, volviendo a desordenarlo todo, y probablemente sin remedio. ¡Tal era su devoción!

 

... HACIENDO MEMORIA

Había un ritual al que fue fiel: un hermano nos cuenta que, a pesar de su carácter reservado y particularmente tímido, el H. Giacomo aceptaba gustoso, durante la cena comunitaria de Navidad, cantar las tres estrofas del villancico «Astro del ciel» una en italiano, otra en inglés y la tercera en francés.
Otro aspecto significativo, además del amor a su familia religiosa, era el amor a su familia de sangre. Puntualmente, cada domingo y siempre a mediodía, Giacomo telefoneaba a Cles para recibir noticias y sentirse en sintonía con los suyos. Su voz plateada y timbrada resonaba en toda la casa de Giugliano y más tarde también en la de Carmagnola. Desde el tercer piso, el de las habitaciones, se oía claramente el cariz afectuoso y cariñoso de sus llamadas telefónicas. Y cuando ya no pudo llamar, porque estaba clavado en una cama de hospital, su hermana Ida se preocupaba enseguida y nos llamaba a la Comunidad para tener noticias.
Uno de los regalos que sin duda más valoró en sus últimos años fue la peregrinación a Fátima y Santiago de Compostela realizada con ocasión de las celebraciones de los hermanos jubilares; Salió del aeropuerto de Nápoles el 18 de octubre de 2006, junto con el hermano Giuseppe Banaudi, y regresaron a Giugliano casi a finales de mes, expresando una sincera satisfacción por haber vivido esta experiencia.

 

 

TODO A JESÚS POR MARÍA, TODO A MARÍA PARA JESÚS

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