MIRA AL CIELO Y CUENTA LAS ESTRELLAS
“Y el Señor lo sacó afuera y le dijo:
Mira al cielo y cuenta las estrellas, si es que puedes.
Y añadió: Así será tu descendencia.”
(Gn. 15,5)
A los jóvenes de la Provincia Mediterránea
Hola. ¿Qué tal estáis? Saludos desde mi comunidad de Alicante, donde espero descansar un par de días después de haber visitado varias comunidades de la provincia. Al pasar por los colegios he visto que en varios han celebrado ya la semana vocacional y en otros lo harán próximamente. Algunos hermanos han pasado por las aulas compartiendo su historia y su vocación de hermanos maristas, así es que me he dicho: ¿por qué no puedo hacer yo algo parecido a través de una carta dirigida a todos los jóvenes, chicos y chicas, de nuestros colegios y obras sociales? Y aquí estoy, intentando hilvanar algo con sentido.
No pretendo aburriros con mi historia personal que, en el fondo, no difiere mucho de la de cualquier otro. Tampoco tiene esta carta ningún afán proselitista, ningún interés de convencer a alguien para que siga mis pasos. Cada cual va construyendo su propia historia. Eso sí, no os oculto que escribo esto con una actitud reivindicativa. Siento la necesidad de reivindicar un estilo de vida que no está precisamente de moda, pero que para mí y para mis hermanos está lleno de sentido. Ser hermano marista me hace feliz. Quiero hablaros de lo que soy por dentro y no tanto de las formas y ritmos de vida. De la base que sustenta mi vocación y de lo que intuyo más allá de mí mismo. De hecho, solo quiero hablaros de esto, del porqué de mi opción de vida. Y, sin duda, es lo más difícil de explicar.
Como la vuestra, la mía es una historia de búsqueda. Búsqueda, dudas, certezas, sentimientos, experiencias… ¡todo se mezcla! Me gusta escribir lo que vivo; me ayuda a comprenderlo. Desde adolescente he escrito en un diario todas mis experiencias. Pero siempre lo entendí como algo personal, escrito para mí. De hecho, solo después de haber cumplido los 45 años comencé a compartir, deliberadamente seleccionados, algunos de mis textos; no todos son aptos para todos los públicos 😆.
Pues bien, para hablaros de lo que se mueve en el fondo de mi vocación de hermano no veo nada mejor que compartir con vosotros alguna de las vivencias escritas en mi diario. No importa cuando se escribieron; lo firmaría hoy. Allá voy.
Sencillamente un ser humano
Soy, sencillamente, un ser humano. Lloro y tiemblo cuando hace frío. Salto y canto cuando el sol calienta mis huesos. Por la mañana abro todas mis ventanas y respiro cada día un aire nuevo.
Ser hombre es mi primera profesión y apenas logro ganarme el salario mínimo para poder sobrevivir. Y así voy tirando, dando a menudo palos de ciego, pero también con la impresión de estar creciendo por dentro. Intuyo navegando por mis venas al Dios de la historia, cercano y amigo, que desea hacer algo bonito con mi vida. Pero no es una experiencia deslumbrante; es más bien una certeza insinuada, respetuosa, sugerida. ¡Es tan débil que me da fuerzas!
Vivir exageradamente
¡Qué alborotador es este Dios a quien persigo como Pablo! Se empeña en mostrarse siempre al revés de todo. Me parece excesivamente provocativo y viene siempre a romper las ideas e imágenes que sobre él me hago. Me vacía continuamente para volver a llenarme otra vez de algo distinto y nuevo. Me desborda y me sorprende. Continuamente se hace el escurridizo y juega sin parar al escondite. Me vuelve loco…
Pero me gusta, me encanta, me enamora este Dios imprevisible, este Dios pedigüeño y omni-débil (¡otra imagen, Señor… otra imagen que algún día me volverás a desmontar!). Sólo un Dios así podría motivar mi opción de vida, aparentemente disparatada y loca.
Siempre está despierto, provocando procesos. Me invita al riesgo de la novedad, a comenzar siempre, a no aferrarme a esquemas prefabricados. No hay vivencias experimentadas y contrastadas por otros que me sirvan de guía. No. Sólo sirve el camino inventado, la vivencia personal, la pasión por hacer de la vida algo extraordinario y distinto, siempre nuevo. Quizás todo esto no sea muy ortodoxo, pero a fin de cuentas no creo que eso importe demasiado. Lo que realmente importa es que está cambiando mi vida, aunque probablemente menos de lo que Él quisiera. Se queda mirando de reojo cada vez que doy un paso, pero nunca me dice si ha sido el acertado. Quizás eso tampoco importe; quizás me tenga que conformar, sencillamente, con saber que mira de reojo todos mis movimientos y los acompaña.
Y ahí sigo, como Saulo y sin caballo, buscando mi instante de luz, ese segundo mágico. Quiero vivir exageradamente, porque la vida a medio gas sé que no va a ser suficiente para mí. ¡No hacen falta mil años para ser feliz! Basta con un segundo, un segundo vivido exageradamente. ¿Has experimentado alguna vez ese segundo mágico y eterno, capaz de dar sentido a toda una vida?
Creer en lo imposible
Creer en lo imposible: esa es la síntesis y el discurrir de mi historia. Y no me veo ya en ningún camino que no sea ese. Me siento llamado (¡Dios mío, hace ya tantos años!) a ser hermano marista. No sabría ahora perseguir lo inalcanzable fuera de esta estructura tan débil y limitada, pero a la vez tan grande y maravillosa. Ser hermano es mi primera vocación y no tengo dudas en ese sentido, a pesar de darme cuenta de la heterodoxia de algunos de mis planteamientos de vida: relativizo sin pudor muchas estructuras, las formas de vida, la “teología de oficio”. Confieso que a menudo practico una “moral laxa o distraída” que a los ojos de muchas personas (también de muchos de los míos) es cuanto menos una desfachatez o una locura, si no una incoherencia y un pecado. Lo cierto es que esas voces cada vez me molestan menos. Las entiendo, pero no me desestabilizan y sigo sintiéndome equilibrado sobre mi cuerda floja. El sueño de Marcelino Champagnat me ha guiado siempre en el aprendizaje de creer en lo imposible y de crecer en libertad.
He centrado mi búsqueda en torno a la pasión por el Dios del amor completo. Un Dios que hoy es para mí locura y exageración, ternura y libertad, cercano a cada ser humano y vecino de aquellos a los que pocos querrían como vecinos. Un Dios que libera y llena de sentido la vida; llena de sentido mi vida. Creer en Él, vivir por Él y soñar con Él no tiene que ver con ninguna afiliación a grupos, ideologías ni doctrinas. Creer en Él es, nada más ni nada menos, que una forma de vida, una apuesta última. Al fin y al cabo, es lo que hacemos o lo que dejamos de hacer lo que nos acerca o nos aleja de Él.
Siempre he sentido pasión por la cristología. La figura de Jesús de Nazaret me apasiona como nada ni nadie, y configurar mi vida con la suya es el sueño que persigo. Con Él, caminar en el aprendizaje de creer en lo imposible, en el crecimiento sin límites de uno mismo, en la creación de un mundo mejor y más humano.
¡Hace ya tantos años…! Hoy me siento con la mochila llena de nombres, de rostros, de historias. Y con la mirada en el horizonte, en lo nuevo aún por descubrir.
Desde el sur
Desde niño me señalaron el norte como el lugar seguro por donde tú vendrías. Han ido pasando los años, Señor, y siempre que te has acercado a mí lo has hecho desde el sur. Tu presencia se hace más evidente desde la debilidad, la pobreza, el dolor y el abandono.
A veces pienso que hubiera sido más fácil para mí si te hubieras presentado de una forma más convencional y ordenada. Ya sabes, sencillamente me tenías que haber presentado la tarjeta de visitas habitual, la de siempre, esa que muchos hombres y mujeres de Iglesia aseguran haber recibido de ti: una doctrina clara, una espiritualidad sin sobresaltos, una moralidad angelical, una fe sin dudas que desgarren el alma… ¡Toda una vida de paz y equilibrio a la sombra de tu grandeza!
Pero no. ¡Viniste desde el sur y lo complicaste todo de forma maravillosa!
Queridos amigos y amigas, jóvenes vinculados de una u otra manera a la Provincia Marista Mediterránea, os deseo una vida plena y llena de buenos frutos… vivida desde dentro. Buscad vuestra vocación, aquello que llena vuestra vida de sentido. No me refiero a las cosas de fuera ni al trabajo que os dé sustento. Me refiero a lo hay más adentro y más allá de vosotros mismos. Como Abraham, iluminad vuestra historia desde la fe en el Dios que hace nuevas todas las cosas. Como él, mirad al cielo y contad las estrellas: ese es el número de sorpresas que Dios tiene reservadas para cada uno de vosotros.
Un abrazo,
Aureliano García Manzanal
En Alicante, a 24 de febrero del 2025