H. Emiliano Alastuey Sánchez

12 noviembre, 1926. Sangüesa (Navarra)
04 noviembre, 2015. Dik El Mehdi (Líbano).

1926: nace en Sangüesa (Navarra). Hijo de Simón y de Julia.

1939: en septiembre ingresa al juniorado de Arceniega (Álava)

1942: en julio inicia su noviciado en Avellanas. Un año más tarde hace su 1ª profesión.

1944-49: Valencia es su primer destino (colegio Mirasol).

1948: profesión perpetua en Avellanas (15 de agosto).

1949 - 2002: varios destinos: Balaguer, Alicante, Vich, Barcelona, Dénia, Murcia, Roma, Valencia, Cartagena, Salamanca ocupando distintos cargos: director, profesor, administrador…

2002: Superior de la comunidad de Guardamar.

2005 -2010: Como hermano jubiliado, permanece en Jbeil (Líbano).

2010-2015: en Dik El Mehdi (Líbano).

04 Noviembre 2015: El Señor lo llamó en Dik El Mehdi a la edad de 88 años de edad y 72 de vida religiosa marista.

El HERMANO

Puede que muchos Hermanos y laicos no hayáis tenido la gran suerte de conocer al H. Emiliano Alastuey, más conocido como Emilio. Era una persona muy particular en muchos aspectos, y era un Hermano marista de la cabeza a los pies. No pasaba desapercibido y contagiaba mucho de lo que le ardía por dentro aunque no fuera por la vida ni de imprescindible ni de protagonista.
Un sobrino suyo nos ha hablado de su temprana respuesta (a los 13 años) a la llamada de Dios. Hemos sabido también que el mismo día en que fue al noviciado enterraban a una hermana suya muy pequeña. Poco a poco irá descubriendo, entre luces y sombras como cualquiera de nosotros, que la lealtad a un compromiso y la entrega a un ideal deben renovarse constantemente, en el día a día, y que la vida del Hermano no es un ramillete de rosas. Tampoco fue una época precisamente tranquila la que vivía España en 1939, cuando nuestro Hermano ingresó en el juniorado de Arceniega, a los pocos meses de terminar nuestra contienda civil.
Estos primeros años de formación de Emilio fueron el comienzo de todo un proceso de discernimiento vocacional que fue manifestándose en dos cosas que vale la pena resaltar: una, que identificara lo marista como su segunda familia, por la que mostrará un verdadero cariño a lo largo de toda su vida; la otra, esa disponibilidad permanente en la que coinciden la mayoría de los testimonios que nos han llegado. Alguno de los superiores provinciales que tuvo lo considera representativo de "esa vieja estirpe de hermanos mayores que siempre estuvieron disponibles para todo y que nunca pidieron dónde ir".
Como puede observarse en los datos biográficos, el H. Emilio era un hombre polifacético. Profesor de Ciencias y de Letras, estudiante universitario y docente en la misma época, formador, administrador, director y superior en comunidades de diferente estilo. Hombre de un gran espíritu de trabajo, se entregaba a sus tareas con una gran capacidad de motivar a los demás, tanto a jóvenes en formación como a alumnos y profesores.
Todos le recordamos como un Hermano cercano y de muy fácil trato, y con conversaciones cargadas de "anécdotas y de trampas dialécticas". Tenía una cultura amplia, y nos llamaba la atención el virtuosismo de la letra gótica y de la redondilla en la presentación caligráfica de trabajos. Y como director demostró ser una persona muy emprendedora al implicarse en proyectos de ampliación de instalaciones colegiales (en Denia, concretamente).

... HACIENDO MEMORIA

Merece la pena resaltar, como apartado de recuerdos, los últimos diez años de la vida del H. Emilio. No parece muy corriente que un Hermano jubilado, con sus 80 años a cuestas, acepte como destino ir a un país extranjero, con una cultura desconocida, con dificultades en el idioma, con el objetivo prioritario, en sus palabras, de “hacer comunidad”. Una vez más Emilio hizo suyo el “Fiat” de María y dio un paso más en lo que fue su señal de identidad: la disponibilidad permanente. Lejos de ver en el reto de mudarse a un país lejano una dificultad, Emilio lo consideró una oportunidad para seguir sirviendo, para seguir compartiendo la vida y el espíritu marista. Ese deseo de servir sin reservas fue lo que lo motivó a asumir ese nuevo desafío, lo que reafirmó su profundo compromiso con su vocación y su fe.
Y una vez más la actitud de nuestro Hermano ante la vida y ante las nuevas personas que iban a formar su entorno y su misión no pasó desapercibida. Cuando regresaba a España transmitía una gran sensación de cariño y de felicidad, al hablar de sus ocupaciones en aquella tierra lejana y conflictiva que llegó a amar como su nueva tierra adoptiva. Su relato sobre el Líbano no solo reflejaba su labor diaria, sino también el profundo vínculo que había establecido con la gente que lo acogió, con sus estudiantes, compañeros y amigos. A pesar de las adversidades del contexto, él logró hacer de la escuela un hogar, un lugar de paz en medio de la agitación, y en ese proceso, su ejemplo de vida nunca dejó de inspirar a quienes lo rodeaban.
Impartía en el colegio libanés con ilusión sus clases de español, saludaba a los alumnos todos los días en las clases para hacer presente el espíritu marista. “Profesores, padres y alumnos del colegio de Jbeil recuerdan con cariño al Hermano sencillo y atento que pasaba por las clases todos los días para saludar –en español — a todos”. Este simple gesto de humanidad, el saludo cálido, no solo dejaba una huella en los estudiantes, sino que también marcaba la diferencia en la vida de los profesores y padres, quienes apreciaban la cercanía de un hombre que nunca perdió su esencia, ni siquiera a miles de kilómetros de su tierra natal. La forma en que cultivaba relaciones con todos, sin distinciones ni reservas, era un reflejo de su verdadera vocación: hacer comunidad, hacer familia.

Seguro que los profesores que le han conocido recuerdan las tarjetas de felicitación que escribía a cada uno con motivo de su cumpleaños. Detalles que corroboran su categoría humana y su sensibilidad y delicadeza con los demás. No se trataba de un gesto superficial, sino de una manifestación sincera de aprecio, de amor fraternal que no entendía de distancias. Este tipo de atenciones, aunque simples a primera vista, eran el reflejo de un hombre cuya generosidad no conocía límites. Para Emilio, cada gesto de afecto, por pequeño que fuera, era una oportunidad para construir puentes y acercar corazones. Su humildad, que tan claramente se reflejaba en sus acciones, era lo que le permitía conectar con personas de todos los orígenes y en todos los contextos.
Un Hermano que vivió con él en el Líbano recuerda su meticulosidad con las llaves del colegio (más de 400). “Encontró una llave para cada cerradura y creó un plano con todas las puertas numeradas”. En su funeral, se comentó: “Emilio no tendría problema en entrar al cielo, pues tenía todas las llaves”. Este detalle muestra su dedicación y responsabilidad en todo lo que hacía.
El Dr. Oliver Sacks dijo que “cuando alguien muere, no puede ser reemplazado; cada persona tiene una forma única de vivir y morir”. Como el H. Emilio. Su partida deja un vacío irremplazable, pero su legado de servicio y autenticidad seguirá inspirando a todos los que lo conocieron.

TODO A JESÚS POR MARÍA, TODO A MARÍA PARA JESÚS

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