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Champagnat, oídos atentos, corazón audaz. (Mensaje del H. Ernesto, Superior General).

Queridos Maristas de Champagnat: Este 6 de junio celebramos con alegría la fiesta de San Marcelino Champagnat. Es una importante ocasión para dar gracias por la vida y misión de nuestro Fundador y por ser beneficiarios del don del carisma Marista. Es un regalo del Espíritu, entre- gado a la Iglesia y al mundo, que nos da vida y que estamos invitados a mantenerlo vivo y a compartirlo. Somos parte de una historia institucional sorprendente. Historia que se inició con un joven sacerdote, de 27 años de edad, que fue capaz de leer los signos de los tiempos, de percibir las intuiciones del Espíritu y de ir adelante respondiendo con creatividad. En un contexto de postrevolución, al darse cuenta de las necesidades de los jóvenesde La Valla y sus alrededores, Marcelino fue confirmando la intuición que ya sentía desde el seminario de iniciar un Instituto dedicado a la educación y evangelización de la juventud, particularmente de los más vulnerables y necesitados. Marcelino, un líder que cuidaba la vida y generaba nueva vida marista La historia nos recuerda que, en los inicios del Instituto en La Valla, a Marcelino le absorbía mucho tiempo la animación de la casa de los hermanos con quienes pasaba los recreos y los ratos que le permitían las tareas de su ministerio parroquial. En cierto momento, reconoce que el tiempono era suficiente para acompañar esta comunidad naciente de religiosos educadores. De ahí que, movido por el gran afecto que sentía por sus hermanos y por la necesidad de hacerse más presente entre ellos para acompañarlos, decide irse a vivir con ellos. Cuando se lo manifestó al señor cura párroco, este no escatimó esfuerzos para disuadirlo... Marcelino sabía que al hacerse uno más entre ellos, practicando primero él lo que les decía, era el mejor medio para encariñarlos con su vocación. Así que, obtenida la autorización, dejó la casa parroquial para establecerse con los hermanos. (Cf Vida, pp. 76-77). Esta acción de nuestro Fundador nos ha marcado desde los inicios. Hemos heredado un estilo de liderazgo por el que, antes que pensar en sí mismo, pensaba primero en el proyecto que Dios le dictaba en su corazón así como en las personas y su cuidado. Marcelino vivió un servicio de liderazgo dedicado a cuidar la vida y a generar nueva vida, como indica el lema que hemos profundizado a lo largo de este Año de las Vocaciones Maristas, que iniciamos el 20 de mayo de 2022. Contamos con la experiencia de un Fundador que fue capaz de animar, acompañar y formar con entusiasmo y constancia a quienes sentían la llamada de Dios para vivir la vocación Marista. En los momentos de crisis, que no faltaron, fue capaz de ir adelante mostrando su total confianza en Dios y en María, nuestra Buena Madre. Recordemos que, hace poco más de 200 años, entre los años 1819 y 1822 se vivió un tiempo de crisis y de resurgir vocacional. Marcelino continuaba atento a las intuiciones que el Espíritu le dictaba en su corazón y, aun cuando había situaciones de dificultad, de contradicción e incluso de bloqueos, él fue capaz de seguir adelante con gran fe y confianza, gracias a sus oídos atentos y a su corazón audaz. Siempre recordaba y reconocía que este Instituto no era su obra, sinoobra de Dios y de María. Esta experiencia histórica es un don para nosotros y nos inspira en nuestros días. Vivimos momentos difíciles, tanto en el Instituto y en la Iglesia, como en el mundo. Estamos invitados a poner nuestra máxima atención para percibir las intuiciones del Espíritu e ir adelante, como lo hizo Marcelino. Para ello es necesario continuar profundizando la interioridad y espiritualidad, de manera personal y como grupo. Las Constituciones nos recuerdan que, “en la meditación, cultivamos el silencio interior que nos permite escuchar a Dios en lo más hondo de nosotros mismos” (Const. 48). Marcelino, como líder, cuidaba la vida tanto de los hermanos como de los niños y jóvenes que atendía en la misión. Promovía el cuidado de las comunidades y de las escuelas que se fundaron. Ponía especial atención a los enfermos, así como a los niños y jóvenes vulnerables que encontraba. Su entrega incansable generaba entusiasmo y compromiso en las personas que se encontraban con él. A través de su testimonio y acción fue capaz de generar nueva vida. El Año de las Vocaciones Maristas A lo largo de este Año de las Vocaciones Maristas, se han organizado diversas actividades en las Provincias y Distritos para fomentar el cuidado de la vida marista y para generar nueva vida marista. Se han realizado diversos programas de formación permanente para hermanos de todas las edades. Se continúa llevando a cabo el fórum internacional de la vocación marista laical cuya etapa presencial se realizó en Roma, en noviembre del año pasado, con una excelente participación de hermanos y laicos maristas. Se continúan generando diversos tipos de conexión y redes para animar la vida y la misión maristas. Se ha reflexionado sobre la manera de acompañar a la juventud de hoy y, en línea con una cultura vocacional, se busca apoyar la búsqueda vocacional de cada uno poniendo una atención particular en quienes sienten la vocación marista. Todo esto con el objetivo de “redescubrir la pasión original que nos inspiró a ser maristas” y que nos lleva a proclamar “¡Vale la pena ser marista hoy!” Agradezco a los Secretariados de Hermanos Hoy y de Laicos su labor de animación a lo largo de este año, así como a todos los equipos y personas de las Provincias y Distritos que se han comprometido a llevar a cabo las actividades vocacionales. Continuemos haciendo equipo, compartiendo ideas y actividades, de manera que sigamos apoyándonos unos a otros. La invitación es a que, tras concluir en el día de hoy este Año de las Vocaciones Maristas, le demos continuidad. Seguir con entusiasmo y energía cuidando la vida y buscando las mejores maneras para generar nueva vida marista. Poner atención en cuidar nuestra vocación personal y la de los demás, es la mejor manera para generar nueva vida, de lo contrario, difícilmente se generará algo. Vivir la misión con creatividad y pasión Creemos que el don del carisma marista sigue vivo y actual en nuestros tiempos, y estamos invitados a adaptarlo a los tiempos actuales. Continuemos abiertos a las intuiciones que el Espíritu nos está dictando, en el contexto actual y a través de los signos de los tiempos que vivimos. No tengamos miedo de acoger la novedad, así como de cambiar y transformar aquello que sea necesario, tanto en la manera de vivir nuestra vocación como en la forma de llevar a cabo nuestra misión. Los jóvenes nos esperan como testigos vivos de Jesús, transparentes y cercanos. Estamos invitados a continuar nuestra misión entre los jóvenes con pasión y creatividad, buscando hacer de cada uno de nuestros centros educativos y sociales un hogar de luz que cuida la vida y genera nueva vida. Estamos llamados a continuar con entusiasmo y entrega este sueño y esta fraternidad de Champagnat, al servicio de los más necesitados, como hoy encontramos en tantos niños que sufren las necesidades emergentes de la guerra, la postpandemia, la pérdida de sentido de la vida, la carencia de escuelas, la desconexión, etc. En manos de María Encomendamos la vida y misión de nuestro Instituto a María, Nuestra Buena Madre. Ella nos sigue inspirando: “Fiel al nombre que llevas, deja que María inspire y modele tu espiritualidad” (Regla de Vida, 28). Ella fue capaz de descubrir en su interior la presencia de Dios y de reflejarla en la vida coti- diana, sintiéndose fortalecida sobre todo en los momentos de incertidumbre y de dolor. Como Maristas de Champagnat, María nos anima, nos inspira y nos hace sentir su presencia cercana. Recordemos que “esta es su obra”, como tantas veces nos lo repitió San Marcelino. Sintamos la cercanía de San Marcelino, que sigue vivo hoy en cada uno de nosotros, inspirándonos con sus oídos atentos y su corazón audaz. ¡Feliz fiesta de San

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A las mujeres maristas de la Provincia Mediterránea (Carta Abierta VII)

¿VES A ESTA MUJER? “Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies. Ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume." (Lc. 7, 44-47) A las mujeres maristas de la Provincia Mediterránea Estamos en pleno mes de mayo, mes dedicado especialmente a la Buena Madre en nuestra tradición marista. Deseo con todo el corazón que la figura de María ilumine la vida y misión de la Provincia Mediterránea.  “Ya sabéis a quién hemos de pedir esas gracias - decía Marcelino Champagnat-, a nuestro recurso ordinario. No temamos acudir a ella demasiado a menudo, pues su bondad y poder no tienen límites, y el tesoro de sus regalos es inagotable”. El calendario religioso nos invita hoy a invocar a María bajo la advocación de Nuestra Señora de Fátima y dirige nuestra mirada hacia la historia de tres niños pastores – Lucía, Jacinta y Francisco – cuyas vidas fueron bendecidas por la presencia amorosa de la Madre. Aprovecho el contexto de este mes dedicado a María para dirigirme a toda la provincia y, especialmente, a todas las mujeres que os sentís maristas y formáis parte importante de nuestra familia carismática. Es una buena ocasión para agradecer vuestra presencia, reconocer vuestra pasión evangelizadora y reflexionar en torno al papel de la mujer en nuestra provincia y, con una mirada más amplia, en toda la Iglesia. Primera superiora María no es un modelo exclusivo para las mujeres sino para todas las personas, hombres y mujeres, que empeñan su vida en el seguimiento de Jesús. La fuerza de su testimonio reside en su capacidad de escucha y puesta en práctica de la palabra de Dios. Por eso, cuando una mujer de entre la gente se dirigió a Jesús gritando: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”, Jesús respondió: “¡Dichosos los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen!” (Lc.11,27-28). Nos acercamos a ella como referencia de nuestras vidas, como madre y discípula. “DONDE TU VAYAS, Regla de Vida de los Hermanos Maristas”, expresa esto mismo con mucha claridad y belleza en el número 42: María es madre y, a la vez, discípula. “Guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2,51).Este discipulado, labrado día a día,hace que lo cotidiano no agote sus perspectivas.Se desplaza más allá de los confines de su hogar,para incorporarse a la comunidad apostólica (cf. Hch 1,14).La presencia de María como hermana en la feaporta la calidad y calidez materna del hogara la naciente Iglesia. Marcelino Champagnat, fundador de una congregación religiosa masculina, consideraba a María, mujer y laica, como primera superiora de su proyecto. Siguiendo tras sus huellas, nosotros nos sentimos llamados a ser el “rostro mariano de la Iglesia”. Me felicitarán todas las generaciones María nos ofrece un modelo de mujer activa y participativa, muy lejos de la sumisión o del desempeño de funciones secundarias. Frente al misterio de Dios responde con el dinamismo y la lógica del amor, comprometiendo toda su vida. Así, el cántico de María se convierte en la mejor síntesis de su programa de vida, en una declaración de amor y de fe firme en el buen Dios que acompaña la historia humana. María proclama en el Magníficat la grandeza y la fortaleza de Dios. Una grandeza que tiene que ver con la misericordia y la liberación de los hombres y de los pueblos, no con títulos ni reconocimientos. Una fortaleza que no es la de los imperios dominantes, sino la del compromiso a favor de los débiles, los hambrientos y olvidados. El Magníficat es una invitación a orientar nuestra existencia hacia la misión de hacer visibles en el mundo los valores del Reino de Dios anunciado por Jesús. Y a hacerlo hoy y aquí, en el contexto concreto de la Provincia Marista Mediterránea. Muy a menudo esto supondrá nadar contra corriente, abandonar posturas complacientes y vacías de crítica, reconocer que también a nosotros nos ensucian los imperativos de un mundo enfermo de poder y sobrado de individualismo. Y de una Iglesia anestesiada por el clericalismo y frecuentemente agazapada en las estrecheces de la sacristía. Tendremos que reconocer que también hoy, en nuestra querida Iglesia, se sigue discriminando e invisibilizando a la mujer y a otros colectivos. María es la mujer a la que todos felicitarán porque puso su vida en las manos de Dios y se convirtió en signo y anuncio del Reino. Este es el motivo por el que, como ella misma proclamó, todas las generaciones la recordarán y la llamarán dichosa. Y así ha sido. A lo largo de la historia, esta mujer se ha convertido en “la modelo” de pintores, escultores, músicos y poetas. Si hacemos un recorrido artístico de los últimos veinte siglos descubriremos cómo la vieron y la soñaron las distintas generaciones. María, una mujer laica, se ha convertido en modelo de todos los hombres y mujeres que quieren acercarse a Dios. No en nombre de Jesús Los evangelios contienen un número importante de referencias a las mujeres. Os invito a volver a leer y meditar cinco de los encuentros y diálogos más significativos de Jesús con mujeres de su entorno: Jesús y la mujer samaritana (Juan 4,1-43) La mujer sirofenicia (Marcos 7,24-30) La mujer adúltera (Juan 8, 1-11) La mujer encorvada. (Lucas 13,10-17). Marta y Maria de Betania. (Lucas 10,38-42) (Juan 11,1-44) No hay ningún caso en que Jesús discrimine, menosprecie o estereotipe a una mujer. Por el contrario, cualquier exégesis documentada nos hablará de cómo Jesús las dignificó, las sanó y les devolvió la integridad que la sociedad de la época les había arrebatado. Reveló los secretos del Reino a un grupo de cercanos entre los que había mujeres. Se manifestó a las mujeres del alba, confiándoles el testimonio del sepulcro vacío y del triunfo de la vida. Muchas de ellas tuvieron un acceso especial y único a Jesús: lo tocaron, lo ungieron y lo besaron. Incluso, como en el caso de la mujer sirofenicia, le enseñaron que la bondad de Dios no se limita a un grupo cerrado de personas. Es como si, a través de ellas, Jesús experimentara una cercanía y una complicidad más íntima y cariñosa con el Dios a quien él llamaba “Abba”. Sin lugar a dudas, en el nombre de Jesús no se puede sostener ningún tipo de actitud que discrimine a las mujeres. No en su nombre. Una Iglesia que no acabe de entender y poner en práctica la plena participación de las mujeres no es cristiana. Difícilmente podríamos considerarnos seguidores de Jesús si marginamos implícita o explícitamente a las mujeres en una Iglesia que, por cierto, es mayoritariamente femenina. ¿Ves a esta mujer? Quizás fueran las prisas o la emoción del momento. No lo sé. Pero lo cierto es que aquel día a Simón, el fariseo, se le olvidaron las costumbres de cortesía estipuladas en su entorno cultural para acoger a un amigo. La entrada en escena de una mujer conocida en la ciudad como pecadora le brindó a Jesús la oportunidad de recordárselo: “¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies. Ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume.” ¿Ves a esta mujer? ¿La ves de verdad? Es una pregunta justa y necesaria porque, admitámoslo, demasiado a menudo la mujer es invisibilizada, silenciada y ninguneada. ¿Ves a esa mujer que día tras día entrega su vida al servicio desinteresado sin pensar en reconocimientos ni premios? ¿Ves a las mujeres que llenan las iglesias y, a la vez, alzan su voz profética y comprometida en multitud de foros profesionales y culturales de nuestra época? ¿Ves a las mujeres que, en el ámbito de nuestra Provincia Marista Mediterránea, son educadoras, trabajadoras sociales, catequistas, monitoras de distintos grupos juveniles o que desempeñan cualquier otra tarea de servicio? ¿Cómo podemos entre todos, hombres y mujeres, hacerlas más visibles y construir una Iglesia de comunión que es a la vez masculina y femenina? Me parece interesante y oportuno citar aquí unas palabras de Silvia Martínez Cano, de la provincia Ibérica. Hace unos años escribió un artículo sobre el papel de la mujer en la congregación marista y concluía su reflexión diciendo: “Sin duda, el carisma de Marcelino hoy no se agota, sino que se multiplica en aquellas que son parte y esperanza del mundo, animadoras y compañeras en nuestras comunidades y líderes de caminos maristas que todavía están por explorar”. Queridas mujeres maristas de la Provincia Mediterránea: sigamos explorando juntos nuevos caminos de animación del carisma. Que María, madre y discípula, acompañe y bendiga todos vuestros proyectos. Ojalá sea ella, la Buena Madre, nuestro recurso ordinario y referencia diaria para seguir creciendo, alargando y ensanchando nuestros sueños. Un abrazo H. Aureliano García Manzanal En  Alicante, a 13 de mayo del

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A los educadores de las obras sociales de la Provincia Mediterránea (Carta Abierta VI)

CON BRILLO EN LOS OJOS Y BARRO EN LOS PIES “El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas,hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todas las cadenas,compartir tu pan con el hambriento,hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudoy no dar la espalda a tu propio hermano.Entonces brillará tu luz como la aurora…” (Is. 58, 6-8) A los educadores de las obras sociales de la Provincia Mediterránea El 27 de marzo de 2020, hace justo tres años, fuimos testigos de una imagen insólita que permanece aún en nuestra retina y forma ya parte de la historia reciente del Vaticano y del mundo. Era viernes de la cuarta semana de cuaresma. El Papa Francisco, solo, caminaba en una plaza desierta y empapada por la lluvia. Avanzaba sobre la escalinata de la basílica de San Pedro hasta llegar al atrio del templo. Desde allí impartió una bendición “urbi et orbi” extraordinaria para un mundo asediado por el coronavirus. “Con la tempestad – dijo -, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”. Me parece oportuno comenzar recordando ese momento y evocar la imagen potente, consoladora y profética de esa tarde lluviosa. Con voz firme y tierna a la vez, Francisco recordaba al mundo que “nadie se salva solo” y que “en esta barca estamos todos”. Inspirado por esta imagen, os escribo hoy en el formato de carta abierta. Como las anteriores, está dirigida a toda la provincia y en esta ocasión, especialmente, a los educadores y educadoras de nuestras obras sociales. Es para mí una oportunidad para expresar mi agradecimiento por vuestro trabajo y, sobre todo, por el testimonio de vuestras vidas. La bomba de la pobreza La pobreza tiene muchos rostros. Los podemos ver cerca de nosotros, en nuestros lugares de trabajo y en los barrios donde vivimos. También en países lejanos donde el discurrir cotidiano se convierte en un ejercicio de continua y penosa supervivencia. Son rostros de hombres, mujeres y niños castigados por el dolor, la marginación, la falta de servicios sanitarios, la malnutrición, la privación de libertad y dignidad, la migración forzosa, la falta de trabajo, etc. Son rostros concretos, seres humanos, personas que tienen nombre. Ninguno de nosotros es ajeno a esta triste realidad. En nuestros colegios atendemos cada día a cientos de niños con carencias muy diversas que, en muchos casos, amenazan su crecimiento e hipotecan su futuro. En nuestras obras sociales nos esforzamos en ayudar a niños y jóvenes inmigrantes que sufren la soledad y el desarraigo, reforzamos con apoyo escolar a niños que provienen de entornos desprotegidos o con escasos recursos, y desarrollamos proyectos encaminados a la inserción laboral de jóvenes en situación de riesgo. Vosotros, queridos educadores, conocéis de primera mano todos estos dramas y dedicáis lo mejor de vosotros mismos a sanar heridas y desplegar sueños. La “Carta desde Alepo, Nº42” describe la situación desesperada que vive la ciudad y habla de “la bomba de la pobreza”, que es peor que la guerra. Es una bomba real que, bajo distintas formas y expresiones, amenaza la vida de seres humanos en todo el mundo. Nosotros, seguidores de Jesús, nos sentimos llamados a desactivarla. Desde nuestra fe en un Dios hecho pobre y siempre cercano a los excluidos, el compromiso con el desarrollo integral de los más abandonados no es opcional: forma parte de nuestra esencia, del corazón mismo de nuestro ser cristiano. Podríamos decir que nuestra misión, enraizada en la fe de la Iglesia, es desactivar la bomba de la pobreza y contribuir con nuestras vidas a la construcción de un mundo más humano. Un colchón para Berlier. La solidaridad no es una moda de nuestro tiempo, ni puede convertirse en una exhibición de nuestras bondades. Es más bien una forma de vida que emana del evangelio y tambien de nuestros orígenes maristas. “La sensibilidad de Marcelino Champagnat ante las necesidades y el sufrimiento de los niños de su tiempo nos anima a responder a los desafíos emergentes a los que la humanidad se enfrenta hoy” (Const.59) Quisiera compartir con vosotros dos historias de la vida de Marcelino Champagnat y los primeros hermanos. Me parecen significativas. La primera la cuentan tanto el hermano Jean Baptiste Furet como el hermano Avit, ambos cronistas de nuestros orígenes maristas. Ocurrió en enero de 1825, pocos meses antes de que la comunidad de La Valla se trasladara al Hermitage. Marcelino estaba de viaje y, al volver, un hermano le cuenta el caso de un joven de Le Bechat gravemente enfermo que duerme sobre paja, casi desnudo y sin mantas, en pleno invierno. Al parecer sufre algún tipo de problema mental y no permite ni siquiera a su madre que se acerque a él, alegando que quiere envenenarlo. Era el joven Berlier. El enfado de Marcelino es inmediato: ¿Cómo es posible que los hermanos hayan esperado a que él venga de viaje para actuar? Se pone en camino y va a casa de Berlier. Después de un primer encuentro intentando calmarle y consolarle, Marcelino llama al ecónomo y da la orden de llevarle un colchón, sábanas y mantas. Pero no había ningún colchón extra en la casa y, sin dudarlo, decide llevarle el suyo. La historia continúa, pero me quedo ahí. ¿Cuántas veces nos perdemos en proyectos, programaciones y planes estratégicos y, finalmente, acabamos sin dar respuestas concretas a las necesidades de nuestro entorno? Nos puede a menudo lo políticamente correcto, lo programado y consensuado. Pero hay situaciones que no pueden esperar a un consenso. Creo que Champagnat se irritaría más de una vez con bastantes de nosotros por el mismo motivo que, aquel día de enero de 1825, lo hizo con los hermanos de la comunidad de La Valla. Necesitamos priorizar el corazón. ¿Estamos preparados para ceder nuestro colchón cuando el otro lo necesita más que nosotros mismos? Jean Baptiste Berne, el huérfano que encontró un padre La segunda historia comienza con Jeanne Berne, una mujer joven y con problemas de salud que vivía en una situación de extrema pobreza. Siendo soltera, en 1811 nació su hijo Jean Baptiste Berne. Y aunque más adelante se casó, el hijo nunca fue reconocido y adoptó el apellido de la madre. Durante un período largo de tiempo Marcelino estuvo ayudándola económicamente y acompañándola espiritualmente. Le hacía llegar comida, ropa y leña. Pero el invierno de 1820 fue duro y Jeanne murió. Detrás dejaba a Jean Baptiste, con 9 años y un futuro incierto. Marcelino le aceptó inmediatamente en la escuela-albergue de los hermanos y ahí comenzó un sin fin de quebraderos de cabeza para la comunidad. Era un niño problemático, agresivo e incapaz de someterse a ninguna norma. Se escapaba con frecuencia. Los hermanos lo intentaron todo, pero fracasaron una y otra vez hasta el punto de pedir a Marcelino que lo expulsara. Y una y otra vez Marcelino pedía a los hermanos paciencia y un último esfuerzo. Finalmente, algo sucedió en el corazón de ese niño. Poco a poco Jean Baptiste empezó a cambiar. Fue creciendo a todos los niveles, corrigiendo sus actitudes y moderando su carácter. Se sentía en casa. Tanto es así que pidió hacerse hermano. Fue aceptado en el noviciado y vistió el célebre hábito azul que aún hoy recordamos como algo característico de aquella época; de ahí viene, por ejemplo, el nombre de los “Maristas Azules” de Alepo.  Emitió los votos en 1828 y recibió el nombre de hermano Nilamon. Esta es la historia de Jean Baptiste Berne, el huérfano que encontró un padre en la persona de Marcelino. Apenas dos años más tarde, en 1830, cayó enfermo y murió siendo un hermano marista feliz y ejemplar. Siempre me ha emocionado esta historia de fe inquebrantable en el ser humano. Visibiliza dos de los aspectos más genuinos de nuestros orígenes y de nuestra forma de definirnos como educadores: la pedagogía de la presencia y el trabajo incansable. Pero, sobre todo, nos habla de un educador con una sensibilidad extraordinaria que supo ver a un hermano en un niño huérfano e inadaptado. Con brillo en los ojos y barro en los pies Os cuento estas historias con un ojo puesto en nuestros orígenes y el otro en la realidad actual de cada una de nuestras obras sociales. A través de vuestro trabajo educativo continuamos escribiendo el relato de cientos de niños y jóvenes excluidos que, gracias a vuestra sensibilidad y compromiso, vuelven a mirar hacia el futuro con esperanza. Me gustaría ser capaz de transmitiros un mensaje de ánimo y de apoyo. Sigamos proyectando nuestros mejores sueños a través de la Fundación Marcelino Champagnat, la Fondazione Siamo Mediterraneo, la ONGD Sed, cada una de nuestras obras educativas y cualquier otra plataforma que nos facilite el desarrollo de nuestra misión. Una misión que nunca será completa si no vivimos en profundidad la espiritualidad de la que surge. En la Asamblea Provincial de 2015 acuñábamos una expresión que se convirtió en el titular de las conclusiones a las que llegamos: “Con brillo en los ojos y barro en los pies”. Hacíamos referencia a la espiritualidad que animaba a Marcelino en los comienzos de su misión en La Valla. El brillo de sus ojos era el reflejo de la pasión que sentía por el evangelio y el deseo de compartirlo. A la vez, lo imaginábamos con los pies en el barro, comprometido con los niños y jóvenes más necesitados. Dispuesto siempre a desactivar la bomba de la pobreza y de la soledad. Años más tarde, concretamente el 7 de octubre de 2019, el Instituto publicaba el documento “DONDE TÚ VAYAS. Regla de Vida de los Hermanos Maristas”. Y en el número 81 usaba la misma expresión referida esta vez a María: “Como María, camina con brillo en los ojos y barro en los pies. Ella te invita a ir a otras fronteras.” Este es mi deseo, y también mi oración, al pensar hoy en cada uno de vosotros y vosotras. ¡Gracias! H. Aureliano García Manzanal En  Alicante, a  27 de marzo del

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El II Encuentro “Somos Familia” profundiza en la propuesta vocacional para jóvenes

Esta iniciativa del Consejo de Vida Marista celebra su segundo encuentro del curso, virtualmente, en el que ha reunido a una treintena de hermanos y laicos El II encuentro “Somos Familia” del presente curso 2022-2023 se ha celebrado durante el día de hoy y ha contado con la participación de una treintena de hermanos y laicos (de la zona española de Maristas Mediterránea) que se han conectado virtualmente para desarrollar una jornada marcada por el ambiente de fraternidad y el tiempo de reflexión.              Esta reunión, organizada por el Consejo de Vida Marista (CVM) de nuestra Provincia, se sitúa en el contexto del Año de las Vocaciones Maristas, que tiene como lema central el de “Cuidar y Generar Vida Marista”. En este sentido, una de las cuestiones principales que se han abordado ha sido la necesidad de continuar reflexionando y compartiendo sobre cómo seguir haciendo una propuesta vocacional a los jóvenes; y hacerlo desde una profunda actitud de escucha y de acogida de su vida y su realidad.              Para ello, las personas asistentes se han inspirado en el documento conclusivo del Sínodo de 2018 sobre "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional", y también en la exhortación "Christus Vivit" del Papa Francisco. En una de las fases del encuentro se hizo referencia al libro “Regla de Vida” y, en concreto, a la espiritualidad de la sencillez, la cual ayuda a aceptar las fortalezas y debilidades propias, y a estar en paz con uno mismo; además de invitar a acercarse a los demás, aceptándolos como son.              En un tiempo de asamblea, y teniendo como referencia la mencionada exhortación papal, se leyeron pasajes como el siguiente: “Animados por este espíritu, podremos encaminarnos hacia una Iglesia participativa y corresponsable, capaz de valorizar la riqueza de la variedad que la compone, que acoja con gratitud el aporte de los fieles laicos, incluyendo a jóvenes y mujeres, la contribución de la vida consagrada masculina y femenina, la de los grupos, asociaciones y movimientos”.              Este encuentro es el segundo del curso, tras el celebrado en octubre de 2022 en las sedes de los tres colegios maristas de Alicante, Granada y Sevilla. En todos ellos se persigue el doble objetivo de, por un lado, promover y alimentar la vida marista en toda su diversidad y reconocer y apoyar nuestros distintos caminos vocacionales, y, por otro, fomentar la vocación en los jóvenes. #SomosMaristas 💜 #MaristasDeChampagnat

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A los hermanos mayores de la Provincia Mediterránea (Carta Abierta V)

SEGUIRÁS DANDO FRUTO «Mis ojos han visto a tu Salvador; lo has colocado ante todos los puebloscomo luz para alumbrar a las naciones» (Lc. 2, 30-32) A los hermanos mayores de la Provincia Mediterránea Como cada dos de febrero, hoy celebramos la jornada de la vida consagrada. En esta ocasión el lema elegido evoca movimiento e itinerario esperanzado.  Comienza con un verbo en gerundio que indica una acción ya en marcha como esencia de un proceso que nunca acaba: “Caminando en esperanza”. Es una invitación implícita a la confianza en el Dios que da sentido a nuestras vidas y a profundizar en la llamada que originó, hace ya tantos años, que nos pusiéramos en camino. Os invito a celebrar esta jornada con un sentimiento de agradecimiento y en el contexto del Año de las Vocaciones Maristas. Por supuesto que al pensar en los dos acontecimientos que acabo de mencionar, pienso en todos los hermanos. Pero hoy me gustaría dirigirme de una manera muy especial a vosotros, queridos hermanos mayores. Os digo por qué. Muy a menudo pienso en mi propia vocación como un regalo, como una herencia que sigue siendo transmitida y entregada de generación en generación. A este respecto, me parece elocuente la parábola de los talentos: lo regalado adquiere dinamismo y vitalidad cuando se mejora y se multiplica. A eso habéis dedicado vuestra vida, hermanos. Y lo seguís haciendo. Los que por cuestión de edad venimos por detrás hemos recibido el testigo de vosotros. ¿Cómo no vamos a sentirnos agradecidos si nos habéis hecho llegar la esencia de una vocación que está marcando definitivamente nuestras vidas? Soy consciente de los condicionantes y limitaciones que trae consigo el envejecimiento. A medida que pasan los años sentimos cómo nuestro cuerpo se debilita a la vez que la vitalidad psíquica y la memoria disminuyen. Sin cerrar los ojos a la evidencia, quisiera poner el foco sobre otra realidad igualmente innegable: la ancianidad es una bendición, un signo visible de la bondad del Dios que es fuente de vida y una vida en abundancia. Es una etapa más en nuestro itinerario vocacional y también en ella estamos llamados a crecer espiritualmente y seguir dando frutos. Marcelino Champagnat, en su empeño de seguir a Jesús, fue definiendo un estilo de vida que tomó cuerpo en la primera comunidad marista de La Valla. Desde esa humilde casa medio en ruinas hasta nuestros días, el carisma marista ha ido multiplicándose y evolucionando. Vosotros nos habéis entregado ese legado enriquecido con vuestras vidas y vuestra visión del mundo. Esta es la lógica del Dios presente en la historia humana que, como en la parábola de los talentos, pide siempre una dinámica de crecimiento. Caminando en esperanza La liturgia de hoy, fiesta de la Presentación del Señor, nos ofrece a Simeón como emblema de la esperanza. Con el paso de los años este anciano ha visto cómo aumentaban en su cuerpo el número de cicatrices y se acumulaban también más decepciones y desengaños en su alma. Pero nunca perdió la esperanza de cumplir sus sueños hasta que aquella mañana, cogiendo al niño en sus brazos, exclamó: “Mis ojos han visto a tu Salvador” (Lc.2,30). Cuando el niño y el anciano salen en la misma foto el futuro comienza a fluir con naturalidad y la esperanza acaba siendo la compañera habitual en el camino. Algo así sucede con el legado de la vocación marista. Armonizar nuestro pasado con nuestro presente nos abre a un futuro nuevo y enriquecedor. Y en este ámbito vosotros, hermanos mayores, tenéis mucho que aportar. Como Simeón, si acogemos en nuestros brazos y en nuestro corazón lo nuevo que está naciendo, descubriremos otra mirada y seremos capaces de exclamar: “Mis ojos han visto a tu Salvador”. Vivimos en una sociedad que mitifica la juventud y el tiempo presente. Como Peter Pan, no quiere ser adulta y oculta las arrugas como si no fueran estas una expresión genuina de la belleza de una vida madura. De esto trata el libro “Convertire Peter Pan. Il destino della fede nella società dell’eterna giovinezza”, de Armando Matteo. Yo lo tengo en italiano y desconozco si está traducido a otros idiomas. El último párrafo del libro dice así: “Es nuestra alegría el antídoto y la vacuna contra el individualismo radical que hoy aflige y crucifica al mundo. Es nuestra alegría de adultos y de creyentes, felices de serlo, el movimiento justo para convertir a Peter Pan de su ilusión de un solitario goce infinito. En verdad, solo quien ama disfruta, solo quien sabe hacer feliz disfruta, solo quien da disfruta”. Abiertos a la novedad Hoy hace justo dos años, la Pontificia Academia para la Vida publicó un documento con un título realmente sugerente: “La vejez, nuestro futuro”.  Hace una reflexión interesante sobre la situación de los ancianos después de la pandemia y su valioso aporte a la sociedad. Tras su lectura, es fácil comprender que la ancianidad y la novedad no tienen por qué estar reñidas. Cada uno de nuestros capítulos generales, capítulos provinciales y asambleas se hacen eco de nuevas llamadas y nos recuerdan que el carisma y la vocación marista son realidades dinámicas, evolutivas, en continuo crecimiento. Durante los últimos años hemos escuchado expresiones como: familia global, faros de esperanza, hogares de luz, internacionalidad, comunidades mixtas y comunidades inter-congregacionales, responder audazmente a las necesidades emergentes, comunidades de animación del carisma, constructores de puentes, etc. Estar abiertos a la novedad es también un signo de madurez. La madurez de quien sabe que no está todo descubierto, que no está todo dicho, que la plenitud no se alcanza solo con nuestras aportaciones, que la revelación del Dios de la historia sigue en marcha. Estar abiertos a la novedad, queridos hermanos mayores, es una aportación preciosa que vosotros podéis hacer a la Provincia Marista Mediterránea.  Vocación de hermano Desde el 20 de mayo de 2022 estamos celebrando el Año de las Vocaciones Maristas. Lo cerraremos oficialmente el 6 de junio de 2023. En todo el Instituto, y también en nuestra provincia, hemos puesto en marcha numerosas iniciativas encaminadas a “cuidar y generar vida marista”. Cada uno desde su situación personal puede contribuir a acercarnos a este objetivo. Todos estamos llamados a participar en este esfuerzo común y a dinamizar la vocación marista en un sentido amplio. Por otra parte, en nuestro último capítulo provincial, surgía la prioridad de fortalecer la pastoral vocacional y específicamente la vocación a la vida consagrada. Lo expresábamos así: “Despertar en los jóvenes la vocación de hermano”. Y hablábamos de apostar por una vida comunitaria acogedora, de provocar encuentros profundos con las personas y especialmente con los jóvenes, de la oración, de hacer propuestas concretas y transformadoras en este ámbito. A esta prioridad estamos dedicando personas, equipos y tiempo. Cada comunidad y cada hermano está llamado a poner lo mejor de sí mismo. A estas alturas creo que todos somos conscientes de que la mejor pastoral vocacional es el ejemplo de nuestras vidas. Me habéis oído decir alguna vez que no creo que haya algo más inspirador para un joven que conocer a un anciano feliz y compartir con él. Las redes sociales están llenas de ejemplos que lo confirman. Hay numerosos casos de vídeos e historias de personas mayores que se han hecho virales en internet porque transmiten autenticidad y contagian su felicidad, o porque llevan a cabo tareas o proyectos llenos de energía y vitalidad. De alguna manera, un hermano mayor feliz es la confirmación de una vida plena, de una vocación auténtica y llena de sentido. ¿No es esto precisamente lo que buscan los jóvenes? Vuestra vida, hermanos, está llamada a generar nueva vida. ¿Podemos encontrar la manera de compartir más con los jóvenes, desde la naturalidad y la sencillez? Seguirás dando fruto El salmo 92 nos invita a una esperanza enraizada en el Dios de los designios profundos. Es bueno darle gracias, proclamar por la mañana su lealtad y de noche su fidelidad. Confiando en su promesa el honrado florecerá como palmera, como un cedro del Líbano, y en su vejez seguirá dando fruto. Este es el tiempo de la esperanza y de la fe. Sí, conocemos nuestras debilidades y carencias. Somos conscientes de nuestra edad y de que el número de hermanos disminuye y nos obliga a un proceso de reestructuración que supone, entre otras cosas, reducir el número de nuestras comunidades. Quizás precisamente por esto nos sentimos llamados, más que nunca, a dar frutos de vitalidad, a ser creativos y responder audazmente a las necesidades emergentes. Más allá de las estadísticas y proyecciones de futuro, nuestros ojos están puestos en el Señor. Por eso, “aunque la higuera no florezca ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo y los campos no produzcan alimentos; aunque en el redil no haya ovejas ni vaca alguna en los establos; aun así, yo me regocijaré en el SEÑOR. ¡Me alegraré en el Dios de mi salvación!” (Habacuc 3:17-18) Con la Buena Madre como compañera de camino, seguiremos creciendo en fidelidad a nuestra vocación de hermanos. Junto a mi cariño y agradecimiento a cada uno de vosotros, recibid un abrazo grande y fraterno. H. Aureliano García Manzanal En  Alicante, a  2 de febrero del

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