Nos acercamos al tiempo litúrgico de la CUARESMA como momento privilegiado para prepararnos a la fiesta más importante del año cristiano: la celebración de la Vida, la Pascua, que da sentido a todo lo demás. Es un tiempo tradicionalmente motivado desde la conversión. Una oportunidad para mirarnos a nosotros, el mundo que nos rodea y a Dios y caminar como comunidad en la construcción del Reino de Dios.

Queremos continuar el viaje que iniciamos en Adviento, buscando esas ubicaciones, esos lugares donde encontramos el amor de Dios. En esta Cuaresma, queremos convertir lugares de sufrimiento en lugares de encuentro, momentos de conflicto en momentos de paz, espacios de desesperación en espacios de paz. En definitiva, convertir todo con el amor de Dios como protagonista. Tenemos como destino de nuestro camino, el Reino de Dios para todos las mujeres y hombres de la Tierra, en especial para los más débiles y desamparados.

Para todo ello, disponemos de 40 días en los que pararnos, hacer de la oración la protagonista de nuestro día a día. Y a la misma vez, caminar desde lo mejor de cada uno.

En este camino tendremos cinco ubicaciones especiales dentro de nuestro itinerario. Éstas estarán determinadas por el Evangelio de cada domingo de Cuaresma. No es tan importante el lugar como lo que sucede en él.

En PASCUA llega el momento de experimentar que el amor y la esperanza triunfan por encima del dolor, del pesimismo, de la indiferencia ante un mundo que grita justicia. Es por ello, que después de todo lo vivido en Cuaresma, podemos haber experimentado ese cambio personal, y que el camino recorrido nos haya llevado a vivir el Reino de Dios en nuestras vidas.

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